viernes, 11 de enero de 2008

Quiero que me encierren

Era el día de la libertad. La gente desde temprano amaneció de buen humor y salió a las calles a festejar. Un improvisado desfile de júbilo y optimismo fue esparciéndose por la ciudad. Yo los veía desde un balcón. Mi mirada estaba fija, mi cabello estaba pulcro. Tenía expresión serena, aunque sentí desconfianza de lo que pasaba ahí afuera. Desentonaba con la tranquilidad de mi espacio. Sonó entonces el teléfono. Su voz me pareció familiar aunque no logré reconocer quién era, pero sin duda era un buen amigo mío. Me invitó a salir y unirme a la fiesta. Una parte de mí quiso ir de inmediato, pero mis propias piernas se lo impidieron al no moverse. Tenía el presentimiento de que algo pasaría y por eso no estaba seguro de ir. Al fin decidí salir. Desde mi banqueta veía al torrente de gente pasar por la calle. Pasé unos minutos tratando de buscar a alguien conocido, pero no vi a nadie, por lo que decidí integrarme y ver donde terminaría aquello. Me sentía extraño. De repente un anciano se acercó a mi y me dijo: "Te odio. No se por qué te odio tanto, pero te odio". Pensé: "Bien, hay gente que me odia sin conocerme, ¿habrá alguien que me ame sin conocerme?". Seguí caminando inmiscuido con la gente hasta momentos antes de que el sol se pusiera. Luego la gente fue abandonando lentamente la marcha. En unos instantes me encontré solo caminando por media calle en un mar de cálida luz. Había basura por todas partes, pero ninguna persona. Me pregunté por qué las personas se habían metido de nuevo a sus casas si el día aun no terminaba. Toqué a una de las puertas y salió a abrirme una señora que de inmediato dijo: "Debería volver con su familia, no estar ahí en la calle solo". Le dije que no sabía en realidad donde estaba y que por eso no podía regresar, pero solo gruñó: "Búscate otra familia" y me cerró la puerta en la cara. Me senté en una banca que estaba cruzando la calle y varios pensamientos cruzaron por mi mente. Por culpa de mis amigos había salido ese día. Ahora estaba perdido, y no había visto a ninguno de ellos. Entonces sentí frío, y me dí cuenta que estaba solo, como al principio. No, no como al principio. Antes estaba dentro y la gente afuera, ahora era lo contrario. ¿Qué debe hacerse para buscar una familia nueva? ¿Por qué simplemente no me encierran de nuevo y ya? Parece que ya nadie quisiera verme otra vez. Yo los odié, pero me di cuenta que nada cambiaría odiándolos. ¿Amarlos? Dejarme solo no era razón para amarlos. Simplemente olvidarlos. Y entonces seguí caminando hasta que oscureció. Era imposible olvidarlos, aunque ya me había resignado al abandono. Sentí entonces que todo acabó...

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