jueves, 15 de enero de 2009

Destellos

Duermo todos los días, pero algunos no despierto. Todos los días sale el sol, pero no en todos hay luz. Hay, pues, algunos días especiales en los que no ocurren cosas normales. No hay manera de saber cuales serán al mirar el calendario, pero siempre hay algo seguro: esos días duran poco. Y aunque duren poco, las palabras que se dicen son eternas y las emociones son intensas.

En esos días el oro vale lo que un puñado de arena y el cielo toca la tierra fundiéndose en un nuevo espacio. En esos días los oceanos se vuelven calmos y nuestros susurros audibles. En unos segundos podemos transportarnos muy lejos sólo para sentirnos más cerca. Dibujamos el tiempo que aún no llega y que latido a latido se desvanece, y cuando abrimos los ojos reparamos en lo diferente que es el presente.

martes, 6 de enero de 2009

Noche

— ¿Por qué te vas?
— Porque debo irme— dijo él abriendo la puerta.
Ella le puso sus manos sobre los hombros.
— Quédate un momento más, te lo ruego.
Él seguía inmovil y aún tenía la mano en el pomo.
— Quisiera quedarme, pero no puedo.
— ¿Qué tengo que hacer para que tu querer sea más fuerte que tu deber?— dijo ella mientras juntaba su frente a la espalda de él.
— Insistir.
— Entonces, te pido una vez más que te quedes, tan solo unos minutos.
— ¿Por qué quieres que me quede?— preguntó él mientras soltaba el pomo y llevaba la mano derecha sobre su hombro izquierdo para alcanzar la mano de ella. Estaba fría.
— Porque si te vas las estrellas se apagarán.
— Las estrellas se han apagado ya— dijo él mientras giraba la cabeza hacia su izquierda. Ella levantó la vista.
— Si te vas, las frutas serán amargas— añadió ella. Él bajó su mano y agachó la cabeza.
— Desde hace años lo son.
— El invierno perderá el sentido.
— ¿Desde cuando ha significado algo más que una estación, pasajera y efímera?
— Desde que te conocí— dijo ella. Él se volvió y la miró asombrado. Ella tomó sus manos—. Desde ese instante las estrellas volvieron a brillar y las frutas fueron nuevamente dulces. El frío invierno me recuerda ese momento, y mi corazón se estremece al saber que te volveré a encontrar.
Más que ilusionarle, las palabras de ella le desalentaron. Él quiso ser franco, aunque quizá no haya sido cordial.
— Dicho de otro modo, mi presencia altera tu percepción. No ves lo que debes ver, sino lo que quieres ver.
Ella sonrió y le miró a los ojos.
— ¿Y no fueron el querer y el deber quienes nos guiaron hasta aquí?
Él no supo que responder. Ella lo abrazó e inclinó la cabeza hacia su pecho.
— No puedo permanecer a tu lado por siempre— dijo él por fin mientras le acariciaba el cabello. Ella cerró los ojos.
— Lo se, pero quiero creer que así será— respondió ella sonriendo.