jueves, 24 de diciembre de 2009

Com anar al cel i tornar (Como ir al cielo y volver)

Muñeca de musgo y hielo
que ahora duermes a mi lado,
te despertarás un día con cierto regusto extraño.
Te harás el desayuno,
yoghurt con cereales,
y cuando golpees la puerta notarás que todo es falso.
Sin fijarte que tropiezas con el gato,
ni con ese nombre que rayaste con tus llaves,
medio borrado.
Como las palabras que ya no me hablas.

Muñeca de azucar y barro,
que yaces en el sofá,
te levantarás una tarde presintiendo este final.
Mientras haces la cena,
rebanadas de pan tostado,
el estómago encogido te avisará que se ha acabado.
Sin mirar la foto de nuestras manos
que nos hicimos un día en la cama al caer la tarde,
no hace mucho,
cuando me hablabas sin palabras
de un amor largo,
como ir al cielo y volver;
de un amor loco,
como lluvia seca;
de un amor dulce,
como pastelillos de piñones;
de un amor salvaje como las películas de Truffaut.

Muñeca de mármol y sal
que un día me dejarás
todas las repisas vacías de tu ropa por planchar.
Removiendo los recuerdos,
mientras me hago la comida,
sopa de maravilla y un bistec con poca sal.
Sin parar de decirte cosas en mi cabeza,
como cuando dormías y yo estaba desvelado,
añorando todo,
cuando me hablabas sin palabras
de un amor largo,
como ir al cielo y volver;
de un amor loco,
como lluvia seca;
de un amor dulce,
como pastelillos de piñones;
de un amor salvaje como los que salen en las canciones.





Traducción hecha por mí de la canción 
"Com anar al cel i tornar", de Els Pets.


viernes, 20 de noviembre de 2009

Huída

Habiendo disfrutado de un mundo confortable durante la mayor parte de su vida, decidió salir y perderse. No es que quisiera ir a algún lugar en específico, simplemente no quería quedarse en donde estaba. En cuanto pisó la calle, corrió y corrió hasta donde sus energías y su voluntad le permitieron llegar. Mientras corría, escuchaba al viento susurrándole insultos con agresivos seseos. Los aguijones de la noche se le clavaban en la piel, desgarrando levemente su carne, menguando su desesperación, haciendo más violentos los latidos de su corazón.

Cuando ya no pudo más, cayó de rodillas al suelo abrigado por la luz de una Luna amarillenta. Sangre y sudor eran una misma cosa en su piel y se deslizaban gota a gota por su rostro. Sus jadeos, sin embargo, no denotaban desesperación, y poco a poco su respiración se fue acompasando. Las palabras del viento aún retumbaban en sus oídos, y cada vez se escuchaban más agudas, más cortantes, más hirientes. Lo soportó tanto como pudo haciendo acopio de sus últimas fuerzas, hasta que fue inevitable que lanzara un grito al cielo.

Aquel grito significaba todo lo que él significaba. Era tanto su frustración como su entusiasmo, tanto su alegría como su dolor. Aquel grito era su propia vida, y la entregó a la noche sin tener miedo de nada.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

La ventana, el viento y la ausencia de la Luna

Trató de fijar su mirada en su sonrisa, y encontró unos ojos esquivos y tristes. La sonrisa se acentuó, pero a la vez fue evidente su falsedad. Intentó mantener la mirada, pero la radiante luz que emanaba de su cara le hizo apartar sus pupilas al suelo. Ambos respiraron un momento los mismos sentimientos e intenciones, aunque, luego de esos segundos, volvieron a su propia oscuridad, a la que algunas veces llamaban errores y otras veces ingenuidad.

Él tomó entonces ocho estrellas del cielo y recordó su origen antiguo, y con ellas trazó un mapa de luz que grabó en su conciencia. Se propuso entonces seguirlo y llegar hasta el final, convencido de que encontraría entonces algo más valioso que su propia felicidad, algo que sólo podía compararse con ver de frente a una divinidad. De tan solo imaginarlo se le heló la sangre.

Entonces él se dejó llevar y, cerrando los ojos, se puso a volar. Llegó a su ventana y posó su mano sobre el cristal. Ella estaba dormida. No quiso despertarla, aunque se preguntó si debía hacerlo. A fin de cuentas era una ocasión excepcional. Tocó el cristal suavemente y la llamó por su nombre. Cuando ella abrió los ojos la magia pareció terminar. Él intentó aferrarse para no caer, para al menos hablar un sólo segundo, pero fue demasiado tarde. Las obligaciones de ambos los hicieron alejarse y la sangre se volvió tibia de nuevo. Ella creyó que sólo había sido un sueño.

Él abrió los ojos y se sintió aturdido. Su corazón latía violentamente y sintió su cuerpo adolorido. Estaba solo en la negrura de la noche, con el mapa que había trazado ahí delante. Había tenido otra de esas visiones, más habituales día con día, pero con interpretaciones cada vez más vagas y confusas.

domingo, 18 de octubre de 2009

Contigüidad ilusoria

Anda, muéstrame los diamantes de tu paraíso,
mientras los mancillas y adecuas a mi desgarbada existencia,
removiendo de ellos toda su bella nobleza.

Anda, cuéntame una de tus historias, sin adornarla;
fría como el tiempo que hace fuera,
corta como los días de esta estación.

Anda, recítame de nuevo mi larga lista de errores;
desdeñando mis deseos, devaluando mis intenciones,
cortando lentamente viejos lazos que nos llaman.

Anda, apunta al cielo y extermina a esos pájaros risueños;
para ti no son de nadie, para ti ya no hay más sueños.
Espero que aun recuerdes los deseos navideños.

domingo, 7 de junio de 2009

Conexión

El peor lugar en el que se puede estar al comienzo de una tormenta es, sin duda, la frontera de las realidades. Las gotas de lluvia no limpian, ensucian. Algunas caen mientras que otras se elevan y todas chocan entre ellas. Y, en plena tormenta, no se puede hacer nada salvo esperar. Tan solo queda la añoranza de una conexión, entre tu existencia y mi estado presente. Es un deseo tan poderoso que ni la lluvia más violenta podrá amilanar. El problema es que en esta ocasión la tormenta ha durado demasiado, y yo sigo esperando.

lunes, 1 de junio de 2009

Añoranza sin número

«Recordé tu fotografía, esa de sonidos abstractos y colores mustios, e imaginé lo bueno que sería volver a conocerte. Viajaría al pasado un millón de veces sólo para volver a conocerte.»

sábado, 23 de mayo de 2009

Despertar #7

Mi cuerpo es un recipiente que ha sido creado para preservar algo intangible llamado calor. Quiero que lo tomes, puesto que lo necesitas más que yo. Mis ojos no mienten; entérate en ellos de cualquier verdad, disipa tus temores y llénate de confianza. Si no muero cumpliendo la misión que me ha sido encomendada, significa que no la he completado aún.

Mis minutos se vuelven diminutos ciclos autodestructivos que sienten la euforia del origen, el desconcierto de la vida y la certeza de la muerte antes de extinguirse en el preciso lugar del que han surgido. De alguna manera, tú interrumpes ese ciclo al prolongar la alegría de su nacimiento, al darle sentido a su existencia y al procurar un desenlace distinto para cada uno de ellos.

miércoles, 20 de mayo de 2009

¿Para qué comprar boletos si tenemos a Poul?

Un sueño corto, producto de la siesta que tomé hace unas horas. Lo interesante de esto fue que no fue un sueño doloroso o trágico y, aun así, pude recordarlo. Ya había pasado antes con "Constructores Lunares".

◊ ◊ ◊

Estábamos en la casa de Fermín. ¿Quienes? Pues Masa, Kuzo, Pedro, Poul, Galerías, Irapuato, Fermín (obviamente) y yo. Nos habíamos juntado para resolver, en equipo, una tarea que tenía que hacerse individual, como ya habíamos hecho en otras tantas ocasiones. Lo curioso era que Poul llevaba su iMac, al igual que Masa. A decir verdad los únicos que trabajaban con sus laptops eran Pedro y Galerías. Estabamos muy concentrados revisando código y de pronto Poul eleva la voz…

Poul: Jojojo… ¡Ya se cómo premiarnos en febrero! ¡Vamos a un concierto de música navideña al DF!

Lejos de cuestionarnos el por qué habría un concierto de música navideña en febrero, a todos nos pareció buena idea. Estaba por preguntarle lo costos a Poul, pero él siguió hablando…

Poul: Logré engañar a la aplicación que vende los tickets y podremos imprimir boletos falsos que nos servirán como si fueran originales, ¡totalmente gratis!
Todos: ¡Woooooow, qué bien!
Poul: Pero nada más se pueden 8, ¿eh?
Masa: ¿Nomas yo?
Fermín: No manches Masa, si eso de que eres 8 personas lo decimos de broma.
Galerías: Entre todos somos 8, está bien.
Poul: Orale, entonces hay que empezar… ¡manos a la obra!

Poul se levanta del lugar donde estaba y de su mochila saca su laptop. Se dirigió a una esquina y se sentó en el suelo a hacer lo que tuviera que hacer para imprimir esos boletos. Nadie vio lo que estaba haciendo porque seguimos trabajando. Cuando hubo terminado, se levantó de la esquina con 8 hojas de papel bond común y corriente, impresas a Times New Roman 12 y con la imagen del propietario del boleto en estilo manga avatar debajo del texto, y una línea para firmar. Iba dándole una a cada quién, pero cuando llegó a mí…

Poul: ¡Uy! Sorry Lalo, pero ya no alcanzó para tí. Se me olvidó que Viri también va.
Lalo: Ok, no importa… creo que compraré el boleto para acompañarlos y…
Poul: ¡No! ¡No puedes! ¡Eran los últimos lugares del concierto!
Lalo: Ah, bueno… pues ya qué.
Poul: ¿Cómo que pues ya qué?
Lalo: Bueno, ok… imprimo un boleto igual. Abro Word, Times New Roman a 12 puntos, mi avatar manga y la raya de firma.
Poul: ¡No manches! ¡Obvio se van a dar cuenta de que es falso! Yo decía que me quitaras un boleto y lo modificaras para…
Lalo: ¡No, no! La verdad se me hace una idea muy pendeja y neta no creo que funcione.
Poul: ¡Bah! Dices eso porque nosotros sí iremos, ¡y tú no vas!
Lalo: No, ¡digo eso porque no los van a dejar entrar con unos pinches pedazos de papel bond!
Poul: Ay, Lalo… estás celoso de que haya invitado a mi hermana en vez de a tí.

Le iba a contestar algo, pero no pude hacerlo… todo terminó ahí.

domingo, 17 de mayo de 2009

El juicio

Un nuevo sueño que hizo que hoy me despertara algo adolorido. El formato es el mismo que los anteriores sueños. Si pueden aportar para ayudar a la intepretación, sus comentarios son bienvenidos.

◊ ◊ ◊

Salí de mi casa e iba caminando por la calle con un zoot suit de color morado. La gente me veía pasar por la calle y se arrodillaba, pero no en señal de respeto, puesto que me señalaban y se reían. No le dí mucha importancia y seguí caminando. Sucedió que llegué a una explanada circular que tenía un piso muy bello hecho de caoba, muy limpio y brillante. El cielo estaba nublándose y pensé en que era una estupidez poner un suelo así en una explanada al aire libre. De repente sentí un gople por detrás de mis rodillas que me derribó. Escuché una voz familiar.

Galerías: ¡No es estúpido! ¡Así debe ser!

Galerías estaba vestido de verdugo, pero se había quitado la capucha para que viera su cara. En sus manos traía un tubo y al instante comprendí que con eso me había derribado.

Lalo: Me disculpo por haber pensado en eso, ¿me ayudas a levantarme?
Galerías: ¡No!

Y luego de eso se marchó y se colocó a unos metros de un enorme pilar de marmol blanco que estaba al centro de la explanada. El pilar estaba sobre una tarima de marmol negro de más o menos un metro de altura a la que se subía por tres escalones. Unos momentos después llegó Dulce. Llevaba puesto un vestido bellísimo, de color carmín y cola larguísima. Se veía preciosa. Me ayudó a levantarme.

Dulce: ¿Estás listo?
Lalo: Eso creo, pero el golpe me ha dolido bastante.

En ese instante comenzó a llover. La gente que estaba dispersa por la explanada se puso alrededor de nosotros y del pilar. Dulce y yo caminamos con dificultad, debido a lo largo del vestido y al golpe que me habían dado, hasta quedar a unos tres metros de la tarima negra. Galerías llamó a dos verdugos con capuchas de color azul marino, quienes se acercaron a nosotros y tomaron a Dulce bruscamente de los brazos. Yo traté de impedirlo pero me derribaron y luego me patearon las costillas.

Dulce: Déjalos, ya sabía que ésto iba a a pasar.

Los encapuchados la subieron a la tarima y la ataron al pilar. Acto seguido llegó Fermín, ataviado con una toga amarilla y subió a la tarima. De su cabello sacó una hoja de papel y, con voz potente, leyó…

Fermín: Así comienza el juicio de la cabeza de calabaza.

Dijo eso mientras señalaba a Dulce, y la multitud se arrodilló y rió muy falsamente. Fermín, mientras me señalaba, añadió…

Fermín: El sujetillo nos mantendrá despiertos

Después de que dijo eso, toda la gente sacó unas bolsas de plástico de color verde. No tenía idea de qué contenían, pero la multitud me miró amenazadoramente por unos segundos. Después comenzaron a reir. Todo eso sin dejar de estar arrodillados un solo instante.

Fermín: Bien, ha llegado la hora de que la cabeza de calabaza diga lo que tenga que decir.

La multitud rió nuevamente. Me molestaba muchísimo que la llamaran así. Fermín se dirigió a Dulce y le gritó…

Fermín: ¡¡HABLA!!

Dulce comenzó a hablar. No tengo idea de lo que decía, sólo pude distinguir que estaba hablando en ruso. Fermín se bajó a donde estaba y se inclinó hacia mí.

Fermín: ¿Sabes lo que dice la cabeza de calabaza? ¡Tradúcenos!
Lalo: Pues, sólo se que es ruso, pero no tengo idea de qué es lo que está di…

Fermín se levantó, me pateó la cara y me gritó…

Fermín: ¡¡TRADÚCENOS!!

Dulce dejó de hablar y le gritó a Fermín algo en italiano y rompió en llanto. Él me dio otra patada y, con su pie, presionó mi cara contra el suelo de madera.

Fermín: ¿Ya te diste cuenta en la situación en la que la has dejado? ¡Mira lo que le has hecho hacer! Y más te vale que nos traduzcas, o te seguiré pateando.

Se dirigió a Dulce.

Fermín: ¡Cabeza de calabaza! ¡Sigue hablando!
Lalo: Está bien, traduciré. Pero deja de llamarla cabeza de calabaza y haz que la gente deje de reirse.
Fermín: ¡¡NO!!

Y me siguió pateando un rato más, hasta que la gente se levantó y comenzó a extraer el contenido de las bolsas verdes. Eran cebollas, y me las empezaron a lanzar. Alguien gritó…

Desconocido: Con su sangre, esas cebollas se volverán rojas… ¡y sabrán como manzanas!

Dulce seguía llorando desconsoladamente mientras permanecía atada al pilar. Fermín y Galerías, a lo lejos, reían estruendósamente. Me golpearon con las cebollas tantas veces que perdí el conocimiento y me desconecté de todo.

viernes, 1 de mayo de 2009

Atisbos de esperanza

Desperté y sonreí vislumbrando un día armonioso. Mis labios lentamente rezumaron tu nombre y mi mente reprodujo tu imagen con los elementos de mi alcoba. A lo lejos escuchaba una melodía tranquila que no conocía, pero que, muy dentro, la sentí como mía.

jueves, 9 de abril de 2009

¿Por qué llora el sauce?

Fue una mañana muy extraña aquella en la que el sauce despertó y no había vendaval alguno que meciera sus ramas ni acariciara sus hojas.

miércoles, 8 de abril de 2009

Palabras espinosas que constriñen la razón

Cuando una palabra no puede salir, se produce un dolor inmenso tan sólo comparable al insulto del mejor amigo. Cuando ese dolor se mezcla con una ausencia y se acompaña de dudas, se tiene a punto el veneno perfecto para inducirse al suicidio. Hecho esto, ya no hay imposibles para terminar lo que nunca ha comenzado.

domingo, 29 de marzo de 2009

Cálido abrazo

Aun entre la oscuridad, existe la esperanza, y entre el sigilo y las sombras se oculta la felicidad. El habla no es necesaria; el viento suple caricias y nuestros latidos, palabras. De nubes se forman los sueños y se alimentan las ilusiones. Por los bosques eternos fluyen arroyos de lágrimas calmas, que representan el miedo que alguna vez percibimos. Árboles hay muchos y el mundo los ha olvidado, pero con atención imploramos sus secretos y ellos jamás se cansan de recitarnos en silencio. Somos de la noche y la noche es nuestra. Así nacimos, así crecimos, así nos hemos encontrado.

lunes, 16 de marzo de 2009

Deuda de existencia

Iluminado por un mortecino sol, me senté a repasar mi vida...

Descubrí un centenar de sueños incompletos, un torrente de risas extintas, un millar de errores cometidos, cien rostros de quienes fueron mis amigos, y cuatro pilares que sostenían el futuro...

Supe entonces que había ganado y perdido, que había llorado y reido...

Era el tiempo indicado para cumplir la promesa jamás hecha y desechar de un inicio la avaricia que algun día conoceré...

Justo en ese momento recordé que en el antiguo cielo desfilaron ocho lunas, y que en el cielo de ahora aun se encuentran cantando.

sábado, 14 de marzo de 2009

Te doy una canción

Como gasto papeles recordandote
como me haces hablar en el silencio,
como no te me quitas de las ganas
aunque nadie me vea nunca contigo.
Y como pasa el tiempo que, de pronto, son años
sin pasar tú por mí, detenida.

Te doy una canción si abro una puerta
y de la sombra sales tú.
Te doy una canción de madrugada,
cuando más quiero tú luz.
Te doy una canción cuándo apareces
el misterio del amor,
y si no lo apareces, no me importa:
yo te doy una canción.

Si miro un poco afuera, me detengo:
la ciudad se derrumba y yo cantando.
La gente que me odia y que me quiere
no me va a perdonar que me distraiga.
Creen que lo digo todo, que me juego la vida,
porque no te conocen ni te sienten.

Te doy una canción y hago un discurso
sobre mi derecho a hablar.
Te doy una canción con mis dos manos
con las mismas de matar.
Te doy una canción y digo patria
y sigo hablando para ti.
Te doy una canción como un disparo
como un libro, una palabra, una guerrilla
como doy el amor.

Autor:
Silvio Rodríguez

martes, 24 de febrero de 2009

Uno

El tiempo ha dejado ya de correr,
no es posible distinguir entre el inicio y el final.

Pensamientos de cristal en la densa oscuridad,
que se fracturan al soplar el viento de la realidad.

La congoja cubre los campos de flores mustias,
que reclaman la sangre de quienes visitan sus memorias.

Silencios lacerantes sin tener caducidad,
ocultan los deseos de infinita caridad.

Aromas que guardan frías y lánguidas promesas,
que no logran adherirse a dos mórbidas cabezas.

Grande, uno, vasto e inexorable,
sólo el sabe si soy inocente o culpable.

Mil ojos que me miran y solo seis que me observan,
no imaginan las heridas que sus juicios exacerban.

lunes, 23 de febrero de 2009

De paso

Hace unos momentos acabo de escuchar esta canción de Luis Eduardo Aute, y la sentí diferente. De repente, significó algo en mi atrofiada y abarrotada mente. No me gusta poner letras de canciones en este espacio a menos de que sean importantes, y por Dios que ésta lo es.

◊ ◊ ◊

Decir espera es un crimen,
decir mañana es igual que matar.
Ayer de nada nos sirve,
las cicatrices no ayudan a andar.
Sólo morir permanece
como la más inmutable razón,
vivir es un accidente,
un ejercicio de gozo y dolor.

Que no, que no,
que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso.

Quien pone reglas al juego
se engaña si dice que es jugador,
lo que le mueve es el miedo
de que se sepa que nunca jugó.
La ciencia es una estrategia,
es una forma de atar la verdad
que es algo más que materia
pues el misterio se oculta detrás.

Que no, que no,
que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso.

Hay demasiados profetas,
profesionales de la libertad
que hacen del aire bandera,
pretexto inútil para respirar
en una noche infinita
que va meciendo este gran ataúd
donde olvidamos que el día
sólo es un punto, un punto de luz.

Que no, que no,
que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso.

sábado, 21 de febrero de 2009

Concurso

De nuevo, los sueños extensos y detallados han vuelto. Éste lo tuve ayer, 20 de Febrero en una siesta de poco más de una hora. Uso el mismo formato que en los anteriores sueños para facilitar la lectura.

◊ ◊ ◊

Era de noche. Me encontraba caminando por las calles del centro (de León) cuando de pronto comenzó a llover. Me metí al primer lugar que encontré. Era una cafetería, y tras el mostrador estaba Dulce. Me sorprendí.

Lalo: ¿Eh?¿Qué no tu cafetería está en Guanajuato?
Dulce: No, siempre ha estado aquí.
Lalo: Oh, bien…

Y ahí estuve un rato platicando mientras bebíamos café hasta que llegó un tipo ancho, musculoso y más alto que yo; fácil pasaba de los 2 metros. Me levantó de la silla en la que estaba sujetándome por el hombro y me metió un golpe fortísimo en el estómago. Dulce se levantó de la mesa y se hizo para atrás. Yo estaba aún doblado de dolor, pero el sujeto tomó la mesa en la que estaba hacía apenas unos instantes y me la lanzó encima, derramando el café que estábamos bebiendo. La mesa se rompió y, en el suelo, las astillas se mezclaron con el café caliente y la sangre que brotaba de mis incipientes heridas.

Sujeto: ¿¡Es el mejor guardia que pudiste conseguir!? ¡No hiciste caso a las advertencias! ¡Se suponía que debías encontrar a alguien que cuidara este lugar y pudiera matarme cuando llegara!
Dulce: ¡Oh, nunca creí que las advertencias fueran ciertas! ¡Por eso jamás busqué un guardia!
Sujeto: ¿Eh…? Entonces…

El sujeto se acerca a mí, me quita los restos de la mesa de encima mío, me toma de la cabeza y me pone de pié. Me sacude la chamarra para quitar algunas astillas.

Sujeto: Mil perdones, señor. Creí que era un guardia. Entonces creo que debería ayudar a la señorita a encontrar uno para que me mate lo antes posible y así evitar los problemas.
Dulce: ¿Y no lo puedo matar yo?
Sujeto: ¡Oh, no! ¡De ninguna manera! Ni la dueña de este lugar ni un amigo suyo deben matarme, tiene forzosamente que ser un guardia.
Lalo: ¿Y no hay manera de resolver esto sin que alguien tenga que matarlo?
Sujeto: Sí, pero… no creo que les guste porque es difícil y yo no quisiera causarles molestias.
Dulce: ¡No, que va! Usted no ha causado ninguna molestia aquí. Cuestión de comprar vidrios, tazas, sillas y una mesa nueva.

El sujeto pareció no haber entendido el sarcasmo en las palabras de Dulce, y tuvo intenciones de abrir la boca para preguntar, pero yo hablé antes.

Lalo: ¿De qué manera?
Sujeto: ¿Eh?
Lalo: ¿Cuál es la otra manera de resolver esto sin que alguien tenga que matarlo? Así podremos decidir si hacemos eso o buscamos al guardia.
Sujeto: Oh, bien pues. Es participar en un programa de concursos, preguntas y respuestas.
Lalo y Dulce: ¿¡Un programa de concursos!?
Sujeto: Así es…

Y estuvo explicándonos en qué consistía. Básicamente, tres parejas tenían que contestar preguntas geeks muy difíciles. Por cada vez que contestáramos mal, nos sacarían 10 ml de sangre a cada uno. Nos dijo que en el programa en vez de ganar dinero, se ganaban puntos. Dijo que cuando llegáramos a los 300 puntos el moriría de un paro cardiaco y todo se solucionaría. Nos explicó también que por cada pregunta contestada correctamente nos darían 10 puntos. Si a otra pareja le hacían una pregunta que no podía contestar, pasados 3 segundos nosotros podríamos presionar el botón para contestarla, pero si la respuesta era incorrecta nos quitarían 20 ml de sangre en vez de 10, y a la pareja a la que le hicieron la pregunta originalmente solo les quitarían 5 ml a cada uno. Si respondíamos correctamente en vez de 10 puntos nos daban 15: 10 que nos ganábamos y 5 que les robábamos a la pareja que no contestó. Si contestábamos correctamente, a ellos no les quitarían sangre. También nos dijo que podíamos pedir la “pregunta especial” presionando el botón azul. Con esa nos darían 50 puntos si la contestábamos correctamente, pero nos quitarían 100 ml a cada uno si la fallábamos.

Lalo: Muy bien, ¿nos permite un momento? Tenemos que tomar una decisión.
Sujeto: Claro que sí, decidan bien.

Dulce y yo nos giramos y bajamos la voz para que el sujeto no pudiera escucharnos.

Dulce: No creo que eso del concurso sea tan difícil para nosotros, ¿verdad?
Lalo: Eso mismo estaba pensando. ¿Hacemos eso o buscamos al guardia?
Dulce: Pues… ¿a cuántos guardias conoces?
Lalo: Eh, no se ni siquiera a qué se refiere exactamente con ‘guardia’.
Dulce: Ni yo. ¿Y si traemos a alguien que lo quera matar aunque no sea un guardia?
Lalo: Podría ser, ya ves que al principio me confundió con uno, pero… ¿cuántas personas crees que quieran aceptar matar a alguien?
Dulce: ¡Olvida eso! ¿Cuántas personas crees que acepten matar a alguien así de ancho y tan alto?
Lalo: Bueno, tienes razón. Entonces vamos al concurso.

Nos volteamos. Hablé con voz fuerte y clara.

Lalo: Sí. Preferimos que nos lleve al concurso.

El sujeto puso cara de extrañeza. Por su expresión deduje que él creía improbable que eligiéramos el concurso y esperaba que buscáramos al guardia pronto.

Sujeto: Oh, bueno… cierren los ojos.

Ambos lo hicimos y, cuando los abrimos, ya estábamos en el programa. Frente a nosotros, en semicírculo, había tres pódium. Cada uno tenía escrito el nombre de la pareja a la que pertenecía. El nuestro era el del centro. A la izquierda decía Ernesto-Diana, y a la derecha Eugenio-Dolores.

Dulce: “Eduardo-Dulce”… Al menos no desentonamos con los demás, ¿no?
Lalo: ¡Qué raro!

Caminamos a nuestro pódium y se nos dio el aviso de que ya iba a comenzar el programa. Las otras parejas ocuparon también sus respectivos lugares. El conductor salió y la transmisión comenzó. Se presentó ante las cámaras y, en vez de presentarnos a nosotros, pasó directamente a explicarnos las reglas del juego. Era exactamente lo mismo que el sujeto grande nos había dicho en la cafetería. Puse atención mientras escuchaba por si había alguna otra regla adicional que no nos hubieran explicado, pero no fue necesario. Me di cuenta que entre el público, en la última fila, estaba sentado el sujeto. La primera pregunta que hizo el conductor fue para Ernesto y Diana.

Conductor: ¿Quién dijo la frase “640 KB deberían ser suficientes para cualquiera?

Pasaron los tres segundos e instintivamente presioné el botón.

Lalo: Bill Gates
Conductor: ¡Correcto!

Nos dieron nuestros primeros 15 puntos, y el contador de Ernesto y Diana se había quedado en -5 por los que habíamos robado. Y así fuimos participando e involucrándonos en el juego. De repente sucedió que ya teníamos 260 puntos.

Dulce: Ya, hay que terminar. Pide la pregunta especial cuando llegue nuestro turno.
Lalo: Está bien. Que ya se acabe esto.

Estábamos temblorosos por la sangre que nos habían sacado ya que, obviamente, no habíamos contestado correctamente todas las preguntas. Pero aun así, con determinación, presioné el botón azul e interrumpí la pregunta que nos estaba haciendo el conductor.

Conductor: ¿En qué año se fundó la compañía General Mot…? ¡Oh, han pedido la pregunta especial! ¿Tienen prisa por terminar, verdad? Muy bien.

Llegó una de las edecanes del programa y en una bandeja plateada le llevó un sobre azul añil con un listón dorado. El conductor lo tomó, y antes de abrirlo se dirigió a nosotros.

Conductor: La dificultad de esta pregunta es muy alta, y les recuerdo que de fallar se extraerán 100 ml de sangre a cada uno de ustedes. ¿Deciden tomar la pregunta o prefieren continuar con la que estaba haciendo hace un momento?
Dulce: La pregunta especial, por favor.

El conductor sonrió de manera malvada. Yo estaba preocupado. Dulce tenía una mirada retadora sobre el conductor. El conductor sacó la tarjeta (de color azul cielo) del sobre y la leyó.

Conductor: ¿Cuál es la cantidad promedio de letras ‘F’ en una página cualquiera de un documento en alemán?

Imaginé súbitamente la jeringa extrayéndome 100 ml de sangre y robándome la vida. Comencé a sudar y mis temblores ya no se disimulaban. Volteé a ver a Dulce, pero ella no parecía preocupada. Más bien estaba como entre pensativa y enojada. De repente cerró los ojos, y un segundo después los abrió y su voz rompió lo que me pareció un silencio incómodo y larguísimo.

Dulce: ¡47!

Lo que pasó después fue todo tan rápido… El conductor tiró las tarjetas, estupefacto. Su gesto indicaba claramente que “47” era la respuesta correcta. Milésimas después el sujeto enorme que estaba en la última fila entre el público se desplomó hacia delante y empezó a rodar por las escaleras hasta llegar detrás de las cámaras. La gente gritaba. Los camarógrafos al darse cuenta del alboroto, dirigieron las cámaras al público que se levantaba precipitadamente de sus asientos y se dirigía corriendo a las salidas. El conductor se giró para ver el tumulto y el cadáver del sujeto que yacía ahí a escasos metros de él.

Dulce: ¿Cómo salimos de aquí?
Lalo: Eh, no lo sé… ¿como entramos?
Dulce: ¡Claro!

Cerramos los ojos y cuando los abrimos ahora estábamos en su cafetería de Guanajauto, esa en la que ya había soñado en anteriores ocasiones. Ella miró a su alrededor y, como si comprendiera que aquello era el premio que habíamos ganado en el concurso, se emocionó.

Dulce: ¡Mira! ¡Ganamos una cafetería en Guanajuato!
Lalo: Hmm… ¡ésta era la que tenías antes! ¡Ya había venido aquí!
Dulce: ¿Eh? No es cierto, ¡jamás había visto este lugar!
Lalo: Y yo jamás había visto la que tenías en el centro de León. Pero bueno, será mejor que me vaya. Necesito pizza.
Dulce: Oh, bueno. ¡Vuelve pronto!

jueves, 15 de enero de 2009

Destellos

Duermo todos los días, pero algunos no despierto. Todos los días sale el sol, pero no en todos hay luz. Hay, pues, algunos días especiales en los que no ocurren cosas normales. No hay manera de saber cuales serán al mirar el calendario, pero siempre hay algo seguro: esos días duran poco. Y aunque duren poco, las palabras que se dicen son eternas y las emociones son intensas.

En esos días el oro vale lo que un puñado de arena y el cielo toca la tierra fundiéndose en un nuevo espacio. En esos días los oceanos se vuelven calmos y nuestros susurros audibles. En unos segundos podemos transportarnos muy lejos sólo para sentirnos más cerca. Dibujamos el tiempo que aún no llega y que latido a latido se desvanece, y cuando abrimos los ojos reparamos en lo diferente que es el presente.

martes, 6 de enero de 2009

Noche

— ¿Por qué te vas?
— Porque debo irme— dijo él abriendo la puerta.
Ella le puso sus manos sobre los hombros.
— Quédate un momento más, te lo ruego.
Él seguía inmovil y aún tenía la mano en el pomo.
— Quisiera quedarme, pero no puedo.
— ¿Qué tengo que hacer para que tu querer sea más fuerte que tu deber?— dijo ella mientras juntaba su frente a la espalda de él.
— Insistir.
— Entonces, te pido una vez más que te quedes, tan solo unos minutos.
— ¿Por qué quieres que me quede?— preguntó él mientras soltaba el pomo y llevaba la mano derecha sobre su hombro izquierdo para alcanzar la mano de ella. Estaba fría.
— Porque si te vas las estrellas se apagarán.
— Las estrellas se han apagado ya— dijo él mientras giraba la cabeza hacia su izquierda. Ella levantó la vista.
— Si te vas, las frutas serán amargas— añadió ella. Él bajó su mano y agachó la cabeza.
— Desde hace años lo son.
— El invierno perderá el sentido.
— ¿Desde cuando ha significado algo más que una estación, pasajera y efímera?
— Desde que te conocí— dijo ella. Él se volvió y la miró asombrado. Ella tomó sus manos—. Desde ese instante las estrellas volvieron a brillar y las frutas fueron nuevamente dulces. El frío invierno me recuerda ese momento, y mi corazón se estremece al saber que te volveré a encontrar.
Más que ilusionarle, las palabras de ella le desalentaron. Él quiso ser franco, aunque quizá no haya sido cordial.
— Dicho de otro modo, mi presencia altera tu percepción. No ves lo que debes ver, sino lo que quieres ver.
Ella sonrió y le miró a los ojos.
— ¿Y no fueron el querer y el deber quienes nos guiaron hasta aquí?
Él no supo que responder. Ella lo abrazó e inclinó la cabeza hacia su pecho.
— No puedo permanecer a tu lado por siempre— dijo él por fin mientras le acariciaba el cabello. Ella cerró los ojos.
— Lo se, pero quiero creer que así será— respondió ella sonriendo.