sábado, 27 de septiembre de 2008

Telarañas

El negro cielo lloraba: eran lágrimas largas y acerinas, brillantes y orgullosas, frías y afiladas. Cada existencia montó a su propia conciencia deseos y argumentos, sueños y realidades, memorias y abandonos, algunos más ciertos que otros. Nadie pareció notar la lluvia, solamente aparentaban sentir el frío. Nadie tampoco notó que yo no estaba ahí, sino más lejos; evadiendo la historia de siempre con más ingenio que nunca. Sentí entonces que el ambiente me incitaba a atacarme, a pagar cada palabra con diez kilos más de culpa. El exterior era un claro reflejo de mi mente, aunque quizá sólo dos personas sospecharan de su traducción, ninguna de ellas presente. Después viví, muy cerca de la muerte, unos segundos de aquello que nuestra especie sepultó en el pasado.

Y aprovechando el acero que el cielo transpiraba, decidí cubrirme un rato en una improvisada armadura. Ignoré el contacto de su álgida textura con mi piel y me aferré al calor que tu recuerdo en mí generaba. Luego me cubrí de silencio y esperé a que el sonido de las olas llegara a mis oídos y su calidez tocara mis pies. Entonces, todo fue magia por un momento. Mi sorpresa no se podía externar más allá de las paredes de la armadura, pero el barro iba tomando una forma fina y hermosa. Y de la calidez pasé de nuevo a lo gélido, mientras sosegaba mi espíritu con mis vetos autoimpuestos, que no eran mas que pinchos que hacían sangrar mi ilusión.

martes, 23 de septiembre de 2008

Al compás del silencio

Al despertar, una amenazante sombra se cernía sobre él. No lo sabía con seguridad, pero intuía que su muerte estaba cercana. Quiso escuchar a su propia conciencia y evitar, por un momento, los murmullos de siete eruditos, de dos princesas, de una estatua y de un centenar de aves oscuras. Entonces quiso resolver su gran dilema: llegar a la cima de la montaña del poder.

Trató de escalar una ladera y se lastimó el orgullo al intentarlo. Miró entonces sus manos y sus pies y supo que no contaba con las herramientas necesarias. Comprendió que no había nada que pudiera hacer mas que sentarse a esperar su destino. De pronto, el viento llegó y le susurró algo al oído. Él sonrió y se sintió agradecido. Se dejó llevar entonces por la música del silencio y descubrió que no necesitaba llegar a la cima de la montaña del poder, puesto que ya se encontraba en otra cima: la de la colina de la paz.

Ahí extendió su espíritu y se puso a organizar sus pensamientos, preservar los mejores momentos; era evidente que su fin sería inminente. Hecho esto solo pudo sonreir una vez más y sentarse a esperar a que llegara el momento, acompañadolo el viento solamente en pensamiento.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Rayando una percepción conocible

Tal vez mi espíritu no sea lo suficientemente fuerte para trazar una línea en el lienzo de la existencia, ni hablar de dos o tres. Podría ser que mis pies nunca toquen el suelo y se mantengan por siempre sobre nubes de miedo y fantasía. Incluso parece posible que vea mi propia extinción en tus ojos sin que ninguno de los dos haga algo, pero ¿qué más puedes esperar de un esbozo de ser humano? ¿de una conciencia no terminada? ¿de un experimento?

No puedo vivir la vida que todos llevan, no hay lugar para mí en este mundo. No hay maldad dentro de mí y para lograr algo se requiere ser vil y cruel. A la gente no le importa herir a sus semejantes siempre y cuando se sientan bien ellos mismos; a mi me es imposible hacer eso. Detesto la maldita lógica del equilibrio implantada en mí por no se que ser mitológico en uno de mis más infames sueños. Detesto las falsas costumbres sociales, máscaras sobre máscaras, que no hacen otra cosa que generar inflexiones en las mentes de los más desprotegidos truncando toda esperanza. Detesto que, por esas mismas costumbres, todo se mecanice y los problemas se minimicen.

Podrás llamarme como quieras, podrás cambiarme a como gustes, mas es imposible que me vuelvas un bellaco. Podrás también alterar mi realidad una vez más como lo has hecho siempre, la diferencia es que ahora serás consciente de ello. Ya has trastocado mis creencias, pero no por ello me has vuelto malvado. Ya he escuchado tus palabras y las he memorizado, pero no por ello terminaré odiando a mi enemigo. Mi sangre es lo más valioso que tengo y si me lo pidieras te la daría sin titubear.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Déjame

Déjame conservar un fragmento de mi alma,
podrás llevarte al infierno todo lo demás.

Déjame recordar solamente aquellas risas,
podrás borrar de mi mente todo lo demás.

Déjame contemplar una vez más esos ojos,
podrás luego humillarme y arrancarme los míos.

Déjame despedirme apropiadamente,
podrás matarme en ese momento y para siempre.