lunes, 3 de mayo de 2010

Instrucciones para contar una historia (Intento fallido)

En una conversación múltiple, el 13 de Enero de 2010, llegó un momento en el que nadie me respondió y me puse a hablar solo. Esto fue el resultado:

— Mientras el Caballo está ausente, Galerías está tomando un mostrador (taking a shower), Dulce se ha ido y Poul no contesta… ¡genial! ¡Es hora de quedarme a hablar solo!
Creo que me contaré una historia, si no me molesta.
— No, claro que no… adelante, comienza la historia.
Pues bien, había una vez un calcetín…
— ¿Con rombos?
No, este calcetín no tenía rombos.
— Buuuuuu.
Pero sí era chileno, no te preocupes.
— ¡Yeeeeeeeeei!
Al principio, porque luego emigró al norte de su continente y se nacionalizó colombiano.
— ¿A dónde quieres llegar?
A Miami, pero primero hay que conseguir la coca en Colombia.
— Ah, pero en Miami también hay coca… ¡y muchísima!
¿En serio?
— Sí, ¿qué no viste nunca Scarface?
¡Ah, cierto! La última escena, donde Tony adquiere superpoderes por la montaña de coca en su escritorio.
— Así es.
Bueno, entonces no tiene caso pasar a Colombia.
— Sí, mejor comienza la historia otra vez.
Bueno, había una vez un delfín…
— ¿De Miami?
Claro, ¿de dónde más son los delfines?
— Tienes razón.
Bueno, como iba diciendo, había una vez un delfín de Miami…
— Cuando dices "delfín de Miami", ¿te refieres a un delfín delfín o a un jugador de fútbol americano?
Pues desde luego que a un jugador. ¿Cuándo has visto un animal delfín aspirar coca?
— Bueno, nunca… pero eso no quiere decir que no puedan. Probablemente un alma caritativa algún día se acerque a la orilla de un acuario y le lleve un poco de coca al delfín.
¿Qué te imaginas que pasaría si se la metiera?
— ¿Sería un delfín hiperactivo?
Pues no lo sé, por eso te pregunté qué era lo que imaginabas… pero bueno, ¿en qué estaba?
— En "un delfín de Miami", no has pasado de ahí. Eres pésimo para contar historias, ¿sabes?
Pues no se puede avanzar si tienes a alguien que interrumpe todo el rato.
— ¿Quién?
¿Cómo que quién? ¡Pues tú!
— ¿Yo? ¡Pero si yo soy tú!
¿Que yo soy tú?
— No, no. Tú eres yo, ¡no me confundas!
Bueno, dejaré de confundirte. ¿Quieres que te cuente una historia sí o no?
— Ní. So. Hmmm, como quieras.
Bueno, aquí va. Había una vez un delfín de Miami…
— Oye, ¿no puede ser mejor un bronco de Denver?
Hmmm, pues si a esas vamos, ¿no quieres de una vez que sea un gigante de Nueva York?
— ¡Ay, no mames! Eso suena muy fantasioso, ¿cómo gigantes en Norteamérica? Estábamos con animales, ¿no?
Ok, pues… Había una vez un bronco de Denver, era de color…
— Colorado.
¿Eh?
— Sí, que el bronco de Denver tiene que ser colorado.
¿Por qué? ¿Sólo porque están en Colorado? Pues, por si no lo sabías, el bronco de esta historia era blanco, como el escudo de los broncos de Denver.
— ¡Ay, sí! ¡Ay sí!… ¡No quiero oír la historia de la mascota de un equipo de fútbol americano!
Bueno, ¿y qué tal de una mascota de un equipo de fútbol soccer?
— Nah, la verdad no me interesan los deportes, solamente las historias.
Entonces, ¿qué te gustaría escuchar?
— ¿Por qué no me cuentas cómo ocurrió la colonización de la Antártida?
¿De qué carajos hablas? ¡La Antártida jamás fue colonizada!
— ¡Agh! Ahí vas otra vez de aguafiestas, ¿no entiendes el concepto "ficción"?
Ya, está bien. Te contaré la colonización de la Antártida. Hace mucho tiempo…
— ¿Hace mucho tiempo cuando fue? ¿Antes de Jesucristo?
¡Agh! Bueno, en 1937, un marino británico llamado Sir Ethan Waybourne, que había servido al Imperio Británico en Australia, decidió…

Y ahí se acabó la historia, porque Caballo dijo: 
«Leería todo esto, pero mejor no. Tengo mucho sueño. Descansaré un rato antes de ir al cine».