martes, 24 de febrero de 2009

Uno

El tiempo ha dejado ya de correr,
no es posible distinguir entre el inicio y el final.

Pensamientos de cristal en la densa oscuridad,
que se fracturan al soplar el viento de la realidad.

La congoja cubre los campos de flores mustias,
que reclaman la sangre de quienes visitan sus memorias.

Silencios lacerantes sin tener caducidad,
ocultan los deseos de infinita caridad.

Aromas que guardan frías y lánguidas promesas,
que no logran adherirse a dos mórbidas cabezas.

Grande, uno, vasto e inexorable,
sólo el sabe si soy inocente o culpable.

Mil ojos que me miran y solo seis que me observan,
no imaginan las heridas que sus juicios exacerban.

lunes, 23 de febrero de 2009

De paso

Hace unos momentos acabo de escuchar esta canción de Luis Eduardo Aute, y la sentí diferente. De repente, significó algo en mi atrofiada y abarrotada mente. No me gusta poner letras de canciones en este espacio a menos de que sean importantes, y por Dios que ésta lo es.

◊ ◊ ◊

Decir espera es un crimen,
decir mañana es igual que matar.
Ayer de nada nos sirve,
las cicatrices no ayudan a andar.
Sólo morir permanece
como la más inmutable razón,
vivir es un accidente,
un ejercicio de gozo y dolor.

Que no, que no,
que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso.

Quien pone reglas al juego
se engaña si dice que es jugador,
lo que le mueve es el miedo
de que se sepa que nunca jugó.
La ciencia es una estrategia,
es una forma de atar la verdad
que es algo más que materia
pues el misterio se oculta detrás.

Que no, que no,
que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso.

Hay demasiados profetas,
profesionales de la libertad
que hacen del aire bandera,
pretexto inútil para respirar
en una noche infinita
que va meciendo este gran ataúd
donde olvidamos que el día
sólo es un punto, un punto de luz.

Que no, que no,
que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso.

sábado, 21 de febrero de 2009

Concurso

De nuevo, los sueños extensos y detallados han vuelto. Éste lo tuve ayer, 20 de Febrero en una siesta de poco más de una hora. Uso el mismo formato que en los anteriores sueños para facilitar la lectura.

◊ ◊ ◊

Era de noche. Me encontraba caminando por las calles del centro (de León) cuando de pronto comenzó a llover. Me metí al primer lugar que encontré. Era una cafetería, y tras el mostrador estaba Dulce. Me sorprendí.

Lalo: ¿Eh?¿Qué no tu cafetería está en Guanajuato?
Dulce: No, siempre ha estado aquí.
Lalo: Oh, bien…

Y ahí estuve un rato platicando mientras bebíamos café hasta que llegó un tipo ancho, musculoso y más alto que yo; fácil pasaba de los 2 metros. Me levantó de la silla en la que estaba sujetándome por el hombro y me metió un golpe fortísimo en el estómago. Dulce se levantó de la mesa y se hizo para atrás. Yo estaba aún doblado de dolor, pero el sujeto tomó la mesa en la que estaba hacía apenas unos instantes y me la lanzó encima, derramando el café que estábamos bebiendo. La mesa se rompió y, en el suelo, las astillas se mezclaron con el café caliente y la sangre que brotaba de mis incipientes heridas.

Sujeto: ¿¡Es el mejor guardia que pudiste conseguir!? ¡No hiciste caso a las advertencias! ¡Se suponía que debías encontrar a alguien que cuidara este lugar y pudiera matarme cuando llegara!
Dulce: ¡Oh, nunca creí que las advertencias fueran ciertas! ¡Por eso jamás busqué un guardia!
Sujeto: ¿Eh…? Entonces…

El sujeto se acerca a mí, me quita los restos de la mesa de encima mío, me toma de la cabeza y me pone de pié. Me sacude la chamarra para quitar algunas astillas.

Sujeto: Mil perdones, señor. Creí que era un guardia. Entonces creo que debería ayudar a la señorita a encontrar uno para que me mate lo antes posible y así evitar los problemas.
Dulce: ¿Y no lo puedo matar yo?
Sujeto: ¡Oh, no! ¡De ninguna manera! Ni la dueña de este lugar ni un amigo suyo deben matarme, tiene forzosamente que ser un guardia.
Lalo: ¿Y no hay manera de resolver esto sin que alguien tenga que matarlo?
Sujeto: Sí, pero… no creo que les guste porque es difícil y yo no quisiera causarles molestias.
Dulce: ¡No, que va! Usted no ha causado ninguna molestia aquí. Cuestión de comprar vidrios, tazas, sillas y una mesa nueva.

El sujeto pareció no haber entendido el sarcasmo en las palabras de Dulce, y tuvo intenciones de abrir la boca para preguntar, pero yo hablé antes.

Lalo: ¿De qué manera?
Sujeto: ¿Eh?
Lalo: ¿Cuál es la otra manera de resolver esto sin que alguien tenga que matarlo? Así podremos decidir si hacemos eso o buscamos al guardia.
Sujeto: Oh, bien pues. Es participar en un programa de concursos, preguntas y respuestas.
Lalo y Dulce: ¿¡Un programa de concursos!?
Sujeto: Así es…

Y estuvo explicándonos en qué consistía. Básicamente, tres parejas tenían que contestar preguntas geeks muy difíciles. Por cada vez que contestáramos mal, nos sacarían 10 ml de sangre a cada uno. Nos dijo que en el programa en vez de ganar dinero, se ganaban puntos. Dijo que cuando llegáramos a los 300 puntos el moriría de un paro cardiaco y todo se solucionaría. Nos explicó también que por cada pregunta contestada correctamente nos darían 10 puntos. Si a otra pareja le hacían una pregunta que no podía contestar, pasados 3 segundos nosotros podríamos presionar el botón para contestarla, pero si la respuesta era incorrecta nos quitarían 20 ml de sangre en vez de 10, y a la pareja a la que le hicieron la pregunta originalmente solo les quitarían 5 ml a cada uno. Si respondíamos correctamente en vez de 10 puntos nos daban 15: 10 que nos ganábamos y 5 que les robábamos a la pareja que no contestó. Si contestábamos correctamente, a ellos no les quitarían sangre. También nos dijo que podíamos pedir la “pregunta especial” presionando el botón azul. Con esa nos darían 50 puntos si la contestábamos correctamente, pero nos quitarían 100 ml a cada uno si la fallábamos.

Lalo: Muy bien, ¿nos permite un momento? Tenemos que tomar una decisión.
Sujeto: Claro que sí, decidan bien.

Dulce y yo nos giramos y bajamos la voz para que el sujeto no pudiera escucharnos.

Dulce: No creo que eso del concurso sea tan difícil para nosotros, ¿verdad?
Lalo: Eso mismo estaba pensando. ¿Hacemos eso o buscamos al guardia?
Dulce: Pues… ¿a cuántos guardias conoces?
Lalo: Eh, no se ni siquiera a qué se refiere exactamente con ‘guardia’.
Dulce: Ni yo. ¿Y si traemos a alguien que lo quera matar aunque no sea un guardia?
Lalo: Podría ser, ya ves que al principio me confundió con uno, pero… ¿cuántas personas crees que quieran aceptar matar a alguien?
Dulce: ¡Olvida eso! ¿Cuántas personas crees que acepten matar a alguien así de ancho y tan alto?
Lalo: Bueno, tienes razón. Entonces vamos al concurso.

Nos volteamos. Hablé con voz fuerte y clara.

Lalo: Sí. Preferimos que nos lleve al concurso.

El sujeto puso cara de extrañeza. Por su expresión deduje que él creía improbable que eligiéramos el concurso y esperaba que buscáramos al guardia pronto.

Sujeto: Oh, bueno… cierren los ojos.

Ambos lo hicimos y, cuando los abrimos, ya estábamos en el programa. Frente a nosotros, en semicírculo, había tres pódium. Cada uno tenía escrito el nombre de la pareja a la que pertenecía. El nuestro era el del centro. A la izquierda decía Ernesto-Diana, y a la derecha Eugenio-Dolores.

Dulce: “Eduardo-Dulce”… Al menos no desentonamos con los demás, ¿no?
Lalo: ¡Qué raro!

Caminamos a nuestro pódium y se nos dio el aviso de que ya iba a comenzar el programa. Las otras parejas ocuparon también sus respectivos lugares. El conductor salió y la transmisión comenzó. Se presentó ante las cámaras y, en vez de presentarnos a nosotros, pasó directamente a explicarnos las reglas del juego. Era exactamente lo mismo que el sujeto grande nos había dicho en la cafetería. Puse atención mientras escuchaba por si había alguna otra regla adicional que no nos hubieran explicado, pero no fue necesario. Me di cuenta que entre el público, en la última fila, estaba sentado el sujeto. La primera pregunta que hizo el conductor fue para Ernesto y Diana.

Conductor: ¿Quién dijo la frase “640 KB deberían ser suficientes para cualquiera?

Pasaron los tres segundos e instintivamente presioné el botón.

Lalo: Bill Gates
Conductor: ¡Correcto!

Nos dieron nuestros primeros 15 puntos, y el contador de Ernesto y Diana se había quedado en -5 por los que habíamos robado. Y así fuimos participando e involucrándonos en el juego. De repente sucedió que ya teníamos 260 puntos.

Dulce: Ya, hay que terminar. Pide la pregunta especial cuando llegue nuestro turno.
Lalo: Está bien. Que ya se acabe esto.

Estábamos temblorosos por la sangre que nos habían sacado ya que, obviamente, no habíamos contestado correctamente todas las preguntas. Pero aun así, con determinación, presioné el botón azul e interrumpí la pregunta que nos estaba haciendo el conductor.

Conductor: ¿En qué año se fundó la compañía General Mot…? ¡Oh, han pedido la pregunta especial! ¿Tienen prisa por terminar, verdad? Muy bien.

Llegó una de las edecanes del programa y en una bandeja plateada le llevó un sobre azul añil con un listón dorado. El conductor lo tomó, y antes de abrirlo se dirigió a nosotros.

Conductor: La dificultad de esta pregunta es muy alta, y les recuerdo que de fallar se extraerán 100 ml de sangre a cada uno de ustedes. ¿Deciden tomar la pregunta o prefieren continuar con la que estaba haciendo hace un momento?
Dulce: La pregunta especial, por favor.

El conductor sonrió de manera malvada. Yo estaba preocupado. Dulce tenía una mirada retadora sobre el conductor. El conductor sacó la tarjeta (de color azul cielo) del sobre y la leyó.

Conductor: ¿Cuál es la cantidad promedio de letras ‘F’ en una página cualquiera de un documento en alemán?

Imaginé súbitamente la jeringa extrayéndome 100 ml de sangre y robándome la vida. Comencé a sudar y mis temblores ya no se disimulaban. Volteé a ver a Dulce, pero ella no parecía preocupada. Más bien estaba como entre pensativa y enojada. De repente cerró los ojos, y un segundo después los abrió y su voz rompió lo que me pareció un silencio incómodo y larguísimo.

Dulce: ¡47!

Lo que pasó después fue todo tan rápido… El conductor tiró las tarjetas, estupefacto. Su gesto indicaba claramente que “47” era la respuesta correcta. Milésimas después el sujeto enorme que estaba en la última fila entre el público se desplomó hacia delante y empezó a rodar por las escaleras hasta llegar detrás de las cámaras. La gente gritaba. Los camarógrafos al darse cuenta del alboroto, dirigieron las cámaras al público que se levantaba precipitadamente de sus asientos y se dirigía corriendo a las salidas. El conductor se giró para ver el tumulto y el cadáver del sujeto que yacía ahí a escasos metros de él.

Dulce: ¿Cómo salimos de aquí?
Lalo: Eh, no lo sé… ¿como entramos?
Dulce: ¡Claro!

Cerramos los ojos y cuando los abrimos ahora estábamos en su cafetería de Guanajauto, esa en la que ya había soñado en anteriores ocasiones. Ella miró a su alrededor y, como si comprendiera que aquello era el premio que habíamos ganado en el concurso, se emocionó.

Dulce: ¡Mira! ¡Ganamos una cafetería en Guanajuato!
Lalo: Hmm… ¡ésta era la que tenías antes! ¡Ya había venido aquí!
Dulce: ¿Eh? No es cierto, ¡jamás había visto este lugar!
Lalo: Y yo jamás había visto la que tenías en el centro de León. Pero bueno, será mejor que me vaya. Necesito pizza.
Dulce: Oh, bueno. ¡Vuelve pronto!