viernes, 23 de noviembre de 2007

Intrasendencias ocasionales, verdades fundamentales...

Una cereza me dijo que en avena me podía derretir. Fue una de las advertencias menos descabelladas que me han dado estos últimos días. Días de confusión y cansancio, dias de frustración y muerte, dias que merecen ser olvidados, pero que sin embargo hay algo especial que recordar, por minimo que sea. Las habitaciones no son siempre iguales, cambian constantemente; lo que no me queda claro es si quien vive dentro también cambia. He visto de todo. He visto personas que con una manta son felices mientras que otras necesitan de vagones llenos de mercancías diversas para esbozar un indicio de sonrisa no del todo completa. Yo podría cerrar mis ojos y escuchar, me daría cuenta de la verdad. Pero es que a veces es mejor abrir los ojos y no escuchar. Las mentiras nos mantienen vivos, ¿lo has notado? Y descubrirlas es muy fácil tratándose de uno mismo, no así de los demás. Cada uno sabe mostrar los colores adecuados y los sonidos más correctos para cada situación, excepto tal vez el propio escritor de estas lineas. De él se dice que viajaba en el cabús del tren de la experiencia, cuando por azares del destino su vagón fue abandonado en una vía desierta rodeada de sabia vegetación marchita. Se quedó sin experiencia, se quedó sin compañía. No pudo hacer nada más que esperar su final. Si este sería triste o feliz, no había manera de saberlo. Ya llegaría el tiempo de averiguarlo...

1 comentario:

Catriela Soleri dijo...

Las cerezas suelen engañarnos.

Los trenes ya no conducen a ningun lado.

Y la vida... la vida es un racimo de frutas medio podridas.
Puedes probar las que no estén malas.