domingo, 17 de mayo de 2009

El juicio

Un nuevo sueño que hizo que hoy me despertara algo adolorido. El formato es el mismo que los anteriores sueños. Si pueden aportar para ayudar a la intepretación, sus comentarios son bienvenidos.

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Salí de mi casa e iba caminando por la calle con un zoot suit de color morado. La gente me veía pasar por la calle y se arrodillaba, pero no en señal de respeto, puesto que me señalaban y se reían. No le dí mucha importancia y seguí caminando. Sucedió que llegué a una explanada circular que tenía un piso muy bello hecho de caoba, muy limpio y brillante. El cielo estaba nublándose y pensé en que era una estupidez poner un suelo así en una explanada al aire libre. De repente sentí un gople por detrás de mis rodillas que me derribó. Escuché una voz familiar.

Galerías: ¡No es estúpido! ¡Así debe ser!

Galerías estaba vestido de verdugo, pero se había quitado la capucha para que viera su cara. En sus manos traía un tubo y al instante comprendí que con eso me había derribado.

Lalo: Me disculpo por haber pensado en eso, ¿me ayudas a levantarme?
Galerías: ¡No!

Y luego de eso se marchó y se colocó a unos metros de un enorme pilar de marmol blanco que estaba al centro de la explanada. El pilar estaba sobre una tarima de marmol negro de más o menos un metro de altura a la que se subía por tres escalones. Unos momentos después llegó Dulce. Llevaba puesto un vestido bellísimo, de color carmín y cola larguísima. Se veía preciosa. Me ayudó a levantarme.

Dulce: ¿Estás listo?
Lalo: Eso creo, pero el golpe me ha dolido bastante.

En ese instante comenzó a llover. La gente que estaba dispersa por la explanada se puso alrededor de nosotros y del pilar. Dulce y yo caminamos con dificultad, debido a lo largo del vestido y al golpe que me habían dado, hasta quedar a unos tres metros de la tarima negra. Galerías llamó a dos verdugos con capuchas de color azul marino, quienes se acercaron a nosotros y tomaron a Dulce bruscamente de los brazos. Yo traté de impedirlo pero me derribaron y luego me patearon las costillas.

Dulce: Déjalos, ya sabía que ésto iba a a pasar.

Los encapuchados la subieron a la tarima y la ataron al pilar. Acto seguido llegó Fermín, ataviado con una toga amarilla y subió a la tarima. De su cabello sacó una hoja de papel y, con voz potente, leyó…

Fermín: Así comienza el juicio de la cabeza de calabaza.

Dijo eso mientras señalaba a Dulce, y la multitud se arrodilló y rió muy falsamente. Fermín, mientras me señalaba, añadió…

Fermín: El sujetillo nos mantendrá despiertos

Después de que dijo eso, toda la gente sacó unas bolsas de plástico de color verde. No tenía idea de qué contenían, pero la multitud me miró amenazadoramente por unos segundos. Después comenzaron a reir. Todo eso sin dejar de estar arrodillados un solo instante.

Fermín: Bien, ha llegado la hora de que la cabeza de calabaza diga lo que tenga que decir.

La multitud rió nuevamente. Me molestaba muchísimo que la llamaran así. Fermín se dirigió a Dulce y le gritó…

Fermín: ¡¡HABLA!!

Dulce comenzó a hablar. No tengo idea de lo que decía, sólo pude distinguir que estaba hablando en ruso. Fermín se bajó a donde estaba y se inclinó hacia mí.

Fermín: ¿Sabes lo que dice la cabeza de calabaza? ¡Tradúcenos!
Lalo: Pues, sólo se que es ruso, pero no tengo idea de qué es lo que está di…

Fermín se levantó, me pateó la cara y me gritó…

Fermín: ¡¡TRADÚCENOS!!

Dulce dejó de hablar y le gritó a Fermín algo en italiano y rompió en llanto. Él me dio otra patada y, con su pie, presionó mi cara contra el suelo de madera.

Fermín: ¿Ya te diste cuenta en la situación en la que la has dejado? ¡Mira lo que le has hecho hacer! Y más te vale que nos traduzcas, o te seguiré pateando.

Se dirigió a Dulce.

Fermín: ¡Cabeza de calabaza! ¡Sigue hablando!
Lalo: Está bien, traduciré. Pero deja de llamarla cabeza de calabaza y haz que la gente deje de reirse.
Fermín: ¡¡NO!!

Y me siguió pateando un rato más, hasta que la gente se levantó y comenzó a extraer el contenido de las bolsas verdes. Eran cebollas, y me las empezaron a lanzar. Alguien gritó…

Desconocido: Con su sangre, esas cebollas se volverán rojas… ¡y sabrán como manzanas!

Dulce seguía llorando desconsoladamente mientras permanecía atada al pilar. Fermín y Galerías, a lo lejos, reían estruendósamente. Me golpearon con las cebollas tantas veces que perdí el conocimiento y me desconecté de todo.

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