El día que la sangre pierda su valor,
y que los campos se sequen y marchiten con palabras vanas;
ese será el día en que deberé morir.
El día en que tus pensamientos no me hagan sonreír más,
y que toda luz se disipe entre almas en permanente pena;
ese será el día en que deberé marchar.
Mi deseo no hará cambiar las cosas,
mis anhelos disminuirán conforme pase el tiempo;
de eso he sido advertido en tantos cientos de sueños.
Cuanto quiero decir en otros tiempos se ha dicho ya,
y hasta que no encuentre una manera firme
no podré vivir en paz.
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