viernes, 25 de julio de 2008

Ventura abdicada

Era tarde y me apresuré. Bebí súbitamente lo que quedaba en mi taza. Sentí como el oro líquido me quemaba y fluía de mi boca a mi garganta, y de ahí, a mi corazón. No tuve tiempo de atarme bien los zapatos, ni siquiera de cerrar mi puerta con llave. Salí y corrí, mientras rezaba para que sucediera un milagro.

Mientras corría a mitad de la calle noté que había varias ventanas rotas, y de inmediato supe que habías estado ahí. No pude hacer otra cosa que apretar el paso y seguir corriendo, mientras me empeñaba aun más a rezar por un milagro. De pronto, el cielo se oscureció y el pavimento se fracturó.

Me invadió una oleada de optimismo porque creí que mis plegarias habían sido escuchadas... pero no fue así. Estabas ahí delante dando pasos certeros en la calle destruída. Quise seguirte, pero de pronto una muralla se elevó a más de 3 metros justo enfrente de mí. Sin duda eso había sido un milagro, pero no era para mí. Intenté escalar la muralla desesperadamente, pero una voz a mi espalda me detuvo. Permanecí colgado a la muralla mientras pronunció estas palabras: "No intentes nada que vaya más allá de tu sangre, no intentes entender lo que está más allá de tu mente." Justo entonces me volví y no encontré a nadie.

Me sentí debil y desorientado; mis dimensiones se mezclaron con las del ambiente por una fracción de segundo. Escuché otra voz, esta vez con un tono más frío que la anterior: "Ya se han llenado los lugares, nadie te necesita". Cerré los ojos y apreté mis dientes. Deseé estar arriba de la muralla y cuando abrí los ojos ahí estaba. A mis espaldas la calle seguía destruída, pero frente a mí se encontraba el paraíso: aquél lugar al que supuse me sería imposible seguirte.

_Si intentas cruzar, morirás._ me dijo la tenebrosa voz.
_Lo sé. Estoy consciente de que yo he llegado hasta aquí, no más.

Entonces, me cubrió la lluvia y mis ojos se cegaron. Me derrumbé junto con la muralla y quedé entre escombros, al raz del suelo.

_A veces nuestras mentes ven cosas que nuestros corazones desean._ me dijo.
_No era un deseo de mi corazón..._ le respondí._ ...era un reflejo de mi alma.

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