El tiempo ha dejado ya de correr,
no es posible distinguir entre el inicio y el final.
Pensamientos de cristal en la densa oscuridad,
que se fracturan al soplar el viento de la realidad.
La congoja cubre los campos de flores mustias,
que reclaman la sangre de quienes visitan sus memorias.
Silencios lacerantes sin tener caducidad,
ocultan los deseos de infinita caridad.
Aromas que guardan frías y lánguidas promesas,
que no logran adherirse a dos mórbidas cabezas.
Grande, uno, vasto e inexorable,
sólo el sabe si soy inocente o culpable.
Mil ojos que me miran y solo seis que me observan,
no imaginan las heridas que sus juicios exacerban.
no es posible distinguir entre el inicio y el final.
Pensamientos de cristal en la densa oscuridad,
que se fracturan al soplar el viento de la realidad.
La congoja cubre los campos de flores mustias,
que reclaman la sangre de quienes visitan sus memorias.
Silencios lacerantes sin tener caducidad,
ocultan los deseos de infinita caridad.
Aromas que guardan frías y lánguidas promesas,
que no logran adherirse a dos mórbidas cabezas.
Grande, uno, vasto e inexorable,
sólo el sabe si soy inocente o culpable.
Mil ojos que me miran y solo seis que me observan,
no imaginan las heridas que sus juicios exacerban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario