martes, 6 de enero de 2009

Noche

— ¿Por qué te vas?
— Porque debo irme— dijo él abriendo la puerta.
Ella le puso sus manos sobre los hombros.
— Quédate un momento más, te lo ruego.
Él seguía inmovil y aún tenía la mano en el pomo.
— Quisiera quedarme, pero no puedo.
— ¿Qué tengo que hacer para que tu querer sea más fuerte que tu deber?— dijo ella mientras juntaba su frente a la espalda de él.
— Insistir.
— Entonces, te pido una vez más que te quedes, tan solo unos minutos.
— ¿Por qué quieres que me quede?— preguntó él mientras soltaba el pomo y llevaba la mano derecha sobre su hombro izquierdo para alcanzar la mano de ella. Estaba fría.
— Porque si te vas las estrellas se apagarán.
— Las estrellas se han apagado ya— dijo él mientras giraba la cabeza hacia su izquierda. Ella levantó la vista.
— Si te vas, las frutas serán amargas— añadió ella. Él bajó su mano y agachó la cabeza.
— Desde hace años lo son.
— El invierno perderá el sentido.
— ¿Desde cuando ha significado algo más que una estación, pasajera y efímera?
— Desde que te conocí— dijo ella. Él se volvió y la miró asombrado. Ella tomó sus manos—. Desde ese instante las estrellas volvieron a brillar y las frutas fueron nuevamente dulces. El frío invierno me recuerda ese momento, y mi corazón se estremece al saber que te volveré a encontrar.
Más que ilusionarle, las palabras de ella le desalentaron. Él quiso ser franco, aunque quizá no haya sido cordial.
— Dicho de otro modo, mi presencia altera tu percepción. No ves lo que debes ver, sino lo que quieres ver.
Ella sonrió y le miró a los ojos.
— ¿Y no fueron el querer y el deber quienes nos guiaron hasta aquí?
Él no supo que responder. Ella lo abrazó e inclinó la cabeza hacia su pecho.
— No puedo permanecer a tu lado por siempre— dijo él por fin mientras le acariciaba el cabello. Ella cerró los ojos.
— Lo se, pero quiero creer que así será— respondió ella sonriendo.

No hay comentarios: